domingo, 28 de mayo de 2017

«No era un centro de menores, era mi casa»

Violeta Donate
Cinco años estuvo Violeta Donate entre los muros de Nuestra Señora de la Resurreción de Segorbe, en la instalaciones pintadas como «de Charles Dickens», junto al destartalado centro de Monteolivete, por el presidente de la Generalitat, Ximo Puig. En el centro de menores de las Hermanas Terciarias Violeta se sintió «persona, después de llegar como un despojo, como alguien desamparado de la sociedad». Allí acompañó a otras chicas a comprar comida a Mercadona, la comida que desde la Conselleria de Igualdad se tacha de caducada. Allí vestía ropa de abrigo y residía «con la calefacción encendida», en las mismas instalaciones en las que la vicepresidenta Mónica Oltra ha hablado de «duchas frías a la internas» («¡Si el agua salía siempre ardiendo!», se queja la joven). Allí fue respetada sus convicciones ideológicas. «No creo en Dios y en ningún momento me obligaron a ir a misa». Las hoy clausuradas instalaciones de Segorbe para Violeta eran mucho más que un inhóspito orfanato. «Para mí aquello no era un centro de menores, para mí era mi casa». Rabia e indignación son dos de las palabras que salen de boca de la joven, hoy con 31 años e internada en el centro entre 1999 y 2003. «En todo ese tiempo no he sido testigo de un sólo maltrato, pero es que a cualquiera de las chicas que conozco de allí y les he preguntado, nada de nada».

 Violeta rememora cómo las adolescentes del centro recibían hasta paga de las religiosas. «Hacíamos tareas domésticas y en virtud de eso se nos daba una cantidad. Como mucho, el mayor castigo era bajarnos la paga o dejarnos sin ella», subraya la joven, hoy madre de un niño.

 El Consell aún no ha dado a las religiosas el informe en el que se habla de malos tratos

 Cuando la joven de Castellón se echó novio tenía sólo 15 años. «Hoy es el padre de mi hijo». Y fue cuando estaba entre los muros del centro demonizado por el Consell. «Cualquiera que tuviera un niño a su cargo habría hecho lo mismo, que es, de momento, sacar a los niños y niñas de allí, estabilizarlos y llevarlos a un lugar apropiado», reiteró el jueves Mónica Oltra. Pues en esas instalaciones llevo Violeta su noviazgo con toda normalidad. «Fui a hablar con Pilar, la directora, y se lo presenté. Les dije, mira este es mi novio y cuando salga los fines de semana de aquí, me iré a su casa, y estaré con él, y nunca se opusieron pese a mis 15 años», recuerda indignada la joven.

PUBLICIDAD Fumadora por aquel entonces, las Hermanas Terciarias «hasta me dejaban salir cinco minutos a hacerme un cigarrito, fíjate cómo nos esclavizaban», insiste irónica la joven de 31 años. La joven sabe juzgar lo que es estar en familias de acogida y en un centro de menores como el de Segorbe. «Siempre estuve mucho mejor con las hermanas que en las casas de acogida, me sentía más implicada en el centro, más parte de una familia; de acogida me sentía como una parte rara». Y otra vez enfurece al otro lado del teléfono por las acusaciones del Consell: «Me dan mucha rabia las barbaridades que se están contando».

 «En 25 años cuidando a niños nunca he visto maltratos»

 Tere Torres no se olvida de Lorena, una de las niñas que pasaron por su vida y la de su marido, Antonio Marcos Carmona, fallecido hace tres meses. Aquella pequeña fue uno de los 15 menores a los que ha cuidado durante 25 años cuando salían de los muros del centro de Segorbe, en fines de semana o vacaciones. Lorena fue una de sus hijas de acogida. «Y hoy, cuando va a ser madre, me dijo: ojalá pueda transmitirles a mis hijos una pequeña parte del cariño y el amor que he recibido de las Hermanas Terciarias». Y Tere refuerza la idea: «Ojalá yo les hubiera dado a mis hijos tanto como ellas les han dado a los chicos del centro».

Tere Torres, con su marido, Antonio Marcos Carmona, con un niño de acogida y un nieto.

 «Estoy muy indignada», es la sensación que la mujer de 55 años comparte con otros que conocen las instalaciones de Segorbe por dentro. «En 25 años jamás vi un signo de que hubieran sido maltratados. Mi marido era guardia civil. Los niños vivieron a veces en el cuartel. ¿Quién se cree que mi marido no hubiera actuado ante la más mínima sospecha? Nadie que lo conociera lo duda».

 A Tere le tiembla la voz de la rabia. Al recordar los viajes de los niños al circo a Valencia. O a Aquarama. «O los días de Reyes que tenían regalos en su casa de acogida y decían, ¡vamos al centro a por los otros regalos!». De las jornadas de puertas abiertas «todos los años, ¿cómo iba a haber en ese caso malos tratos?». Durante años Tere fue cooperadora de Manos Unidas en campamentos internacionales. «He visto la miseria de muchos niños. No sabemos lo que tenemos aquí».

 «Los chicos lloraban mientras los sacaban de los colegios»

 David Pérez estaba hoy de educador en un centro de menores vacío. Sin los niños, trasladados a decenas de kilómetros de distancia, «sacados en plena clase de sus colegios en medio del asombro de los profesores, con niños llorando mientras se los llevaban, agarrados a los educadores». Tras cinco años como trabajador de las instalaciones de Segorbe, David resopla al recordar las impactantes imágenes vividas hace unos días, cuando los menores eran trasladados a otros centros de Castellón.

 El joven aún no entiende la irrupción de los técnicos de la conselleria en las instalaciones de las Hermanas Terciarias, «sacando a otros niños del centro como si el centro estuviera cayéndose a pedazos, a toda prisa como si hubiera que desalojarlo de urgencia. Rechaza que los menores tomaran alimentos caducados. «¡Si era la misma comida que tomábamos nosotros!», subraya asombrado el empleado de Segorbe. Y recuerda el trato que deparaba a los internos: «Eran como mis hijos. Hasta se han venido a veces a casa a dormir con mis niños. Mi mujer se enfadaba en broma y me decía, 'les das más caprichos que a los tuyos».

El educador señala que el informe de inspección de Igualdad y Políticas Inclusivas habla de un centro de menores «inhabitable». Y la sensación de los trabajadores es de impotencia. «Nos sentimos indefensos». Porque no pueden entender cómo se afirma eso de unas instalaciones en las que convivían todos, menores, religiosas y educadoras.

 Oltra criticó el jueves que se había reformado la parte de las Terciarias pero no la de los adolescentes. «Obviamente eso son indicios de que algo no funciona bien», sostuvo la vicepresidenta. David Pérez defiende el estado del centro. «¿Que los niños pasaban frío? Yo en enero iba en manga corta de la calefacción».

Fuente: Las Provincias de Castellón

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