lunes, 7 de julio de 2008

La Diócesis Segorbe Castellón tiene cuatro nuevos sacerdotes


El primer sábado de julio, el obispo, D. Casimiro López Llorente, confirió la ordenación presbiteral a los diáconos Ángel Cumbicos, Marc Estela, Telesphore Nsengimana y Juan Carlos Vizoso. Al final de la celebración, que reunió en el gozo –y el sofoco- a una buena porción de la diócesis durante más de dos horas, el obispo exclamó: “A ver si todos se enteran que tenemos cuatro nuevos sacerdotes. ¡Hoy tiene que ser un día de fiesta en todas las parroquias!”.

Su conclusión del acto era también un resumen de uno de los ejes de su homilía que hacía eco al salmo responsorial: “Con vosotros –decía el obispo a los diáconos a punto de ordenar- cantamos su gran amor para con vosotros, vuestras familias y la Iglesia de Segorbe – Castellón”. En efecto, toda la celebración estuvo marcada por un espíritu de agradecimiento a Dios por el don de los nuevos sacerdotes, que resonaba también en sus familias, ya que “han ayudado a percibir la llamada de Dios y a responder con alegría”.

Otro de los ejes de la homilía fue un mensaje claro y fuerte: “No tengáis miedo”.Don Casimiro se dirigía a los nuevos sacerdotes diciéndoles: “No temáis vuestra pobreza y pecado; no temáis la sociedad secularizada; no temáis la iglesia pobre en algunas de sus comunidades, no temáis un medio hostil. El Señor os dirige una llamada a que sintáis de cerca la fuerza de esta vocación sobrenatural, porque os concede el don del sacerdocio y os da la fuerza para vivirlo”.

Gastar y desgastar la vida

Este carácter se aplicará en lo que el Obispo designo como el principal trazo del Buen Pastor, figura evocada en el evangelio y modelo de los sacerdotes: “dar, gastar y desgastar su propia vida por las ovejas; ese es el signo de la caridad pastoral y del celo apostólico”. Los consejos que D. Casimiro daba para hacerlo posible, son identificarse cada día más con Cristo –“sólo desde nuestro amor a Cristo podremos amar como el Buen Pastor aquellos que Él nos confía”-, promover siempre “la comunión y sintonía con la fe de la Iglesia”, y ser “hombres de la Eucaristía”: “Haced de vuestra existencia un don creativo a Cristo, y resistid la tentación de encerraros en vosotros mismos, de caer en las rutinas, el cansancio y el pesimismo”.



Humildad, piedad y pureza de corazón. D. Juan Carlos Vizoso
Creo que las principales virtudes con las que un sacerdote debería identificarse serían la humildad, la piedad y la pureza de corazón. La humildad porque sería un auténtico “sacrilegio” por parte del ministro pensar en algún momento que los frutos del trabajo son suyos, de su esfuerzo, y no de Dios. La piedad, porque Dios eligió a sus apóstoles para que “estuviesen con Él”; la vida interior de unión con Cristo es pues el presupuesto a todo trabajo pastoral. La pureza, porque la grandeza del Amor al que se es llamado debe exigir una atención constante por agrandar el propio corazón para Él.

La fuerza de la proclamación.
Una de las vivencias que más me ha marcado en estos meses de servicio diaconal ha sido el poder experimentar la fuerza de la proclamación de la Palabra de Dios, el ver como el mensaje que Dios nos ha revelado puede cambiar al fiel que la escucha y especialmente al ministro que la proclama si lo hace con el espíritu debido. Para ello el presupuesto es la visión de fe de la proclamación de la Palabra, reconociéndola como la misma voz de Dios, que habló a Adán en el Edén, a Moisés desde el monte Sinaí y en la plenitud de su Revelación coincide con la voz de Jesús, el Hijo de Dios.

Ser un santo sacerdote.
El propósito principal, que creo que es el mismo para todo candidato al sacerdocio, no es otro que el de llegar a ser un santo sacerdote. Ésta es la única vía por la que se puede llegar a la santificación de los demás, a ese “mandarlos a predicar” que está a la base de toda llamada al sacerdocio. Siendo santo, se podrán verificar o no los frutos (porque esos dependen de los inescrutables designios de Dios), pero una cosa es clara: se habrá cumplido la voluntad prevista por Dios sobre nosotros cuando nos creó.

El hombre de los sacramentos. D. Marc Estela
El sacerdote es, para mí, el hombre de los sacramentos, del servicio y de la comunión. La primera característica es, sin duda, la más importante, pues por el sacerdote el pueblo de Dios avanza hacia su santidad gracias a los sacramentos de Cristo, especialmente gracias al sacramento de la reconciliación y de la Eucaristía. Pero esto no puede verse separado de una vida de servicio que nace de la unión con Dios en la oración, de la que se desprende el deseo de vivir entregado a los demás. El servicio verdadero es a la vez dar y recibir, por lo que se transforma en comunión de aquellos hermanos que se reconocen hijos de un mismo Padre por el bautismo.

Intensa sed de Dios.
Durante estos meses como diácono trabajando en la pastoral parroquial, he podido constatar una vez más esa intensa sed de Dios que tiene la gente. Saber que Dios me ha elegido como medio para saciar ese deseo ardiente de las personas me llena de alegría, a la vez que me da un profundo sentimiento de responsabilidad, frente a Dios y frente a mi Iglesia de Segorbe-Castellón.

Instrumento fiel.
Lo que más deseo, para cumplir con esta tarea que Dios me encomienda, es luchar todos los días, hasta el último, por ser un sacerdote santo, cada vez menos indigno de distribuir con mis manos los sacramentos de Cristo y poder así convertirme en ese instrumento fiel del que Dios quiere servirse para tocar los corazones de gente.

Don para los demás. D. Telesphore Marie Nsengimana
Al ser el sacerdocio un ministerio encomendado por Cristo, me siento identificado con Cristo viviendo para servir a los demás entregándoles mi vida. Así mismo, me siento llamado de una manera especial a una vida de oración mediante la unión con Dios que caracterizo a Cristo en su relación con su Padre durante su vida terrena. Así pues, es preciso que tenga en cuenta la gratuidad del don que Dios me ha hecho siendo yo mismo, por su gracia, don por los demás.

Sed de la Palabra.
En la etapa pastoral viví la realidad compleja de la Iglesia mediante contactos que tuve con los fieles sedientos de la Palabra de Dios. Experimenté también la fraternidad sacerdotal por la cual los sacerdotes están llamados a vivir como hermanos y amigos compartiendo experiencias vividas en la oración, comprensión mutua, el diálogo fraterno. Mediante el anuncio de la Palabra y la catequesis fui profundizando para transmitirla por todos los medios posibles como su escrutinio y meditación. El trato con la gente me hizo ver la necesidad tan grande de la evangelización en la que, gracias a Dios, participan los laicos comprometidos en el ejercicio de su sacerdocio en virtud del Bautismo. La eucaristía diaria, los diversos actos litúrgicos, las diversas formas de devoción y la celebración de los sacramentos que puede conferir el diacono me ayudaron a ir creciendo en el seguimiento a Cristo ejerciendo el ministerio diaconal.

“Ad Majorem Dei Hominumque Amorem”.
Como propósito, quiero ser testigo del amor a Dios y a todos los hombres : Para Mayor Amor a Dios y a los Hombres, llevando a Dios a todos. Es decir, ir conociendo y amando más a Dios y haciéndolo conocer y amar a los otros, para que juntos tengamos la vida en plenitud que consiste en conocer y amar a Dios; este es el resultado de dar a conocer este amor por medio del testimonio de la caridad fraterna.
Entrega total, humilde y amorosa. D. Ángel Cumbicos
En mi vida ministerial me gustaría identificarme con Cristo mismo a través del servicio a los demás, especialmente a los más pobres y necesitados, en la oración en unión íntima con el Padre, y la entrega total, humilde y amorosa a la Iglesia.

Fraternidad y cariño.
Durante la etapa pastoral del diaconado, lo que más me ha marcado ha sido la fraternidad sacerdotal con la que me han acogido los presbíteros con los que he convivido, y el cariño de la gente de la parroquia donde ha realizado la experiencia pastoral, lo cual me ha ayudado y me ha dado mucho ánimo para reafirmarme en este camino al que Dios me ha llamado.

Dócil a la voluntad de Dios.
No quisiera hablar de propósitos como sacerdote porque me da la impresión como si fuese algo que yo hubiese elegido. Ha sido el Señor el que nos ha llamado (Jn 15,16) y Él quien nos ha otorgado este don. Por eso le pido a Él y a su Madre Santísima el que me conceda ser siempre dócil a la voluntad de Dios.
Redacción/El Informal Segorbino/Diócesis Segorbe Castellón

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